8/9/06

¿Qué hay dentro de un libro? (III)

A continuación transcribo un pequeño fragmento del libro "El antropólogo inocente" de Nigel Barley, un descacharrante libro que narra las aventuras de Nigel Barley, doctor en Antropología que decidió hacer un viaje a Camerún para investigar de cerca a la tribu de los dowayos. Las anecdotas se amontonan entre las páginas y el lector tiene que parar de leer de vez en cuando para parar de reir y coger aire.

Esta anecdota trata sobre los problemas lingüisticos que surgen al llegar a la tribu:

"Mi vacilante dominio de la lengua constituía otro peligro grave. La obscenidad nunca anda lejos en la lengüa de los dowayos. Una variación de tono convierte la párticula interrogativa, que se añade a una frase para convertirla en pregunta, en la palabra mas malsonante del idioma, algo parecido a "coño".
Así pues, solia yo desconcertar y divertir a los dowayos saludándolos de este modo: "¿Está el cielo despejado para ti, coño?"

Pero mis problemas no se circunscribían a las vaginas interrogativas; también las comidas y la copulación me planteaban dificultades semejantes. Un día me llamaron a la choza del jefe para presentarme a un brujo con poderes para propiciar la lluvia. Se trataba de un valiosísimo contacto y yo llevaba varias semanas pidiéndole con insistencia al jefe que arreglara un encuentro. Conversamos educadamente tanteándonos el uno al otro. Se suponía que yo no sabía que era un brujo de la lluvia; el entrevistado era yo, y creo que le impresionó mucho mi respetuosa actitud. Convinimos en que le haría una visita. Yo tenía prisa por marcharme porque había comprado un poco de carne por primera vez en un mes y la había dejado al cuidado de mi ayudante. Me levante y le estreché la mano cortésmente. "Discúlpeme-dije-, tengo que ir a a guisar un poco de carne". Al menos es lo que pretendía decir, pero debido a un error de tono declaré ante un perpleja aundiencia: "Discúlpeme, tengo que ir a copular con el herrero"

1 comentario:

Hefesto dijo...

Los chistes y anécdotas sexuales son como los japoneses o los chimpancés: siempre hacen gracia.