30/1/10

Fallece JD Salinger.

Muchas veces me imagino que hay un montón de críos jugando a algo en un campo de centeno y todo eso. Son miles de críos y no hay nadie cerca, quiero decir que no hay nadie mayor, sólo yo. Estoy de pie, al borde de un precipicio de locos. Y lo que tengo que hacer es agarrar a todo el que se acerque al precipicio, quiero decir que si van corriendo sin mirar adónde van, yo tengo que salir de donde esté y agarrarlos. Eso es lo que haría todo el tiempo. Sería el guardián entre el centeno y todo eso. Sé que es una locura, pero es lo único que de verdad me gustaría hacer. Sé que es una locura.


JD Salinger "El guardián entre el centeno"

29/1/10

¿Qué dijo? XLVIII

André Suarès

Ni el Dios brutal de la guerra, ni el cobarde Dios del comercio y la economía pueden poner orden en el mundo y proporcionarle paz.

24/1/10

La glándula pineal

Descartes tiene en su haber una de los más extravagantes teorías filosóficas que ha dado Occidente, la ubicación y función del alma en la glándula pineal, para el filósofo francés ese era el lugar exacto donde residía nuestra alma.
Puede sonar muy extravagante, aunque no deja de tener cierta justificación, ya hablamos hace un tiempo de que Descartes, inmerso en lo que pronto se convertiría en la revolución de la física y la ciencia, había establecido junto al resto de sus contemporáneos la realidad física como matematizable y carente de libertad, los animales, por ejemplo, no eran más que conjuntos de poleas y palancas.
El problema de ver el mundo así era que el ser humano también era un animal, y hacía falta salvaguardar su libre albedrio como fuese posible, por eso separó la realidad pensante del ser humano con la realidad física, por eso estableció la doble realidad del ser humano, entre lo físico y lo mental, pero se planteaban aún más preguntas ¿Cómo entraban en relación dos planos tan dispares para dar lugar al ser humano completo?
"El alma tiene su asiento principal en la pequeña glándula que hay en mitad del cerebro, desde donde irradia hacia todo el resto del cuerpo por intermedio de los espíritus animales, de los nervios e incluso de la sangre...Y toda la acción del alma consiste en que, por el solo hecho de que quiera algo, hace que la pequeña glándula a la que está estrechamente unida se mueva de la manera que se requiere para producir el efecto que se refiere a esta voluntad"(*)
Esta extravagancia teórica no es mero capricho cartesiano, sino que se encuentra a la base de dos inquebrantables convicciones del filósofo francés, comprometerse con sus propios razonamientos (Descartes podría sencillamente haber ignorado este problema causado por su propia teoría de como es el ser humano) y por otra, como ya señalamos, salvaguardar la libertad humana en un mundo mecanicista.
(*) El fragmento pueden ustedes encontrarlo en "Las pasiones del alma"

23/1/10

¿Qué dijo? XLVII

Ingmar Bergman:

"Tengo la firme impresión de que nuestro mundo está punto de irse a pique, nuestros sistemas políticos se encuentran en grave peligro y han dejado de tener utilidad, nuestros patrones de conducta social, tanto internos como externos, han demostrado ser un fracaso. Y lo más trágico de todo es que no podemos, ni queremos ni tenemos la fuerza para cambiar el curso de la historia. Es demasiado tarde para las revoluciones y en lo más profundo de nuestro ser ni siquiera creemos ya en sus efectos positivos. A la vuelta de la esquina nos aguarda un mundo dominado por los insectos, y algún día este pasará por encima de nuestra existencia ultraindividualizada. Por lo demás, soy un respetable socialdemócrata"

21/1/10

La sala de-formación.

La sala tiene un aura extraña, se percibe en un instante, justo con la primera impresión que es, sin duda alguna, negativa. De mobiliario mortecino todo en ella parece dispuesto para provocar un cierto derrotismo en el visitante, al igual que en el infierno de Dante una inscripción en su entrada que advirtiese al visitante de no albergar en él esperanza alguna una vez traspasado el umbral no desentonaría en absoluto.

La sala, se sospecha, es un pequeño nicho donde el espacio y el tiempo aún no se han jurado inseparable amor eterno y como mucho mantienen una fría indiferencia, este desamor provoca por supuesto graves consecuencias para quien se adentre en la sala, diríase que el tiempo en la sala arrojó por la borda su naturalidad y se instaló en el sinsentido más absoluto, deja de fluir, cual es su naturaleza, y se coagula por las esquinas, más que pasar borbotea, los minutos no se suceden, supuran de forma lenta y caótica mientras que los segundos no llegan y se van, llegan, remolonean, realizan torpes piruetas que enfurecen al visitante y se adormecen entre los ojos y las cosas.
Cada cual decide matar el tiempo como puede, los hay quienes deciden hacerlo de manera rápida y silenciosa, con un picahielos a traición, fin del tiempo. Los hay quienes pergeñan un plan elaborado con meticulosidad de, valga la analogía, relojero, los menos confían en que esa herida mal curada por la que el tiempo supura acabe desangrándolo y yazca, a última hora del día, moribundo e infeccioso.

En el espacio, desde Aristóteles lo sabemos, se acomodan las cosas, listas y bien preparadas para recibir la mirada de la gente y expresar su materia de la mejor forma que pueden, la esencia no, claro, la esencia solo se la enseñan a quien en vez de mirarlas de refilón se queda con ellas y las observa y las piensa. Ha sido así desde siempre mas no en la sala, el espacio, malhumorado como está, soltero como está del tiempo alberga de mala gana las cosas, que no se depositan ya, se sedimentan formando macizos indistinguibles de objetos, romos, pesados de mirar, oscuros de pensar.

Como en cualquier casa con desavenencias, la enemistad entre espacio y tiempo provocan una atmósfera irrespirable en la sala, el aire teme enfadar a cualquiera o cometer alguna impertinencia y decide quedarse quieto donde está, por más que se le obligue a moverse cada cierto tiempo su situación de incomodidad le hace tender a la sempiterna quietud ruborizada. Pero como todas las buenas torturas, esta duró lo suficiente para parecer eterna y lo suficientemente poco para desear su pronto fin que no llegaba.