8/2/14

Los sofistas no se caen en los pozos.

En anteriores ocasiones hemos hablado aquí de los sofistas y lo que representaban frente a lo que representaban los tres grandes filósofos griegos, Platón, Sócrates y Aristóteles.

A través de los diálogos escritos por Platón en el que usaba de personaje a su maestro Sócrates se puede observar los motivos por los cuales estas dos corrientes entraron en contradicción, aunque el público común ateniense los confundían los sofistas y los filósofos eran dos cosas muy distintas, siendo los primeros maestros de dialéctica, a lo que se dedicaban los sofistas era a cobrar dinero para enseñarte a hablar y razonar en el ágora, actividad primordial para el ciudadano ateniense que quisiera que sus opiniones e intereses fuesen tenidos en cuenta, desde nuestro contexto completamente desapegado de la política y circunscrito a nuestra esfera particular se nos hace difícil entender lo importante que era para el ateniense hacerse oir en la plaza y saber rebatir y refutar argumentos. Pues los sofistas enseñaban a hacer esto, el saber que enseñaban era el de llevar razón, por simplificarlo, a diferencia de los filósofos no tenían teorías estrictamente hablando, ellos tenían técnicas, en este caso la de argumentar para llevar razón.

Este saber solo podía llevarse a cabo de una forma, no buscando la verdad sino la verosimilitud. Razonar es algo muy molesto y pesado que además no nos garantiza tener razón, podemos partir de un presupuesto en el que  nos gusta creer y trás someterlo a razonamiento se nos aparece como falso o no concordante con los datos, los hechos, la realidad. Es decir, que a veces las cosas nos llevan la contraria, esto era evitado por los sofistas porque se negaban a razonar, se movían en la ambigüedad terminológica, lo que les ayudaba a cumplir sus intereses, no pretenden que se les entienda sino de persuadir, y a veces hacerse entender demasiado es un obstáculo para persuadir.

El problema es que cuando los sofistas se negaban a razonar y lo hacían solo en apariencia no estaban atentando contra el argumento contrario, estaban atentando contra la posibilidad misma de argumentar y razonar.

El caso es que entender el discurso no como una herramienta para la búsqueda de la verdad sino como un fin para persuadir implicaba según los sofistas que podías defender una cosa y la contraria (total, el lenguaje no hace referencia a nada real) eso les permitía defender la pena de muerte y al día siguiente defender su abolición, por poner un ejemplo.

Aristóteles respondió a esto con varios argumentos, entre otros empezando por acusar a los sofistas de desconocer la esencia del lenguaje, pero me gustaría resaltar aquí un precioso texto extraído del libro III (gamma en el alfabeto griego) de la Metafísica en la que el propio Aristóteles deja meridianamente claro que los sofistas ni siquiera actúan según lo que dicen, es decir, que no podrían actuar como si las cosas pudiesen ser y no ser al mismo tiempo:

¿Por qué, al rayar el alba, el sofista no avanza hacia un pozo o hacia un precipicio, si por azar los encuentra, sino que lo evita como quien no cree igualmente que el caer sea bueno y no bueno al mismo tiempo?