El otro día me recordaron una frase que dije una vez y que olvidaba haber dicho, era algo así como “A mi no me gustan las películas biográficas”.
Como digo, olvidé haberla dicho pero intenté recordar porqué la dije. ¿Me gustaban o no me gustaban las películas biográficas?
Toda narración más o menos innovadora, mas o menos iconoclasta, se ciñe a una estructura fundamental formada por planteamiento, nudo y desenlace, claro que hay mil historias distintas y temáticas variadas que pueden ser vistas desde una estructura distinta, diferente, pero digamos que la base es siempre esa, planteamiento, nudo y desenlace.
En una historia siempre hay un final, cerrado o abierto pero hay un final, llega un momento en el que te tienes que levantar de tu butaca en el cine porque se han acabado los créditos y el personal de limpieza necesita limpiar la sala, también llega un momento en el que tienes que cerrar el libro porque ya no hay nada más que leer, has acompañado a los protagonistas durante su historia, pero cuando llegas a la contraportada ya no hay nada, te has quedado solo, esto es todo amigos.
Siempre hay una sensación de final.
En cambio, en la vida no existen esos finales, siempre hay un “¿Y luego?” “¿Y después que pasó?” Existen momentos importantes que cambian tu vida o le afectan de algún modo, desde luego, pero se superan y la historia sigue.
No me refiero solo a los momentos tristes, también a los felices, te toca la lotería o apruebas un exámen y no te aparece de repente en tus ojos una enorme pantalla negra que dice “The End”, porque tienes que estudiar para el siguiente exámen o pensar como vas a administrar tu recién adquirida fortuna.
Tanto ficción como realidad recorren un mismo camino pero difieren en el trazado, la historia(película o libro) empieza en un punto A y acaba en un punto C pasando anteriormente por el B.
La vida en cambio sigue con todo el abecedario.
Es por eso que me parece bastante difícil afrontar un película biográfica, como digo, llega un momento en el que la película termina, pero la vida de la persona que se ha visto en pantalla sigue y sigue...
Podríais argüir, y no sin razón, que hay películas que abarcan la vida de un personaje , llámese Ghandi, llámese Ernesto Guevara, llámese Adolph Hitler, llámese Pollock...hasta el mismo momento de su muerte, “En ese caso la película acompaña el camino que hace la vida hasta que ésta se apaga” me diríais.
A mi, en cambio, me sugiere una pregunta: ¿La vida de una persona se acaba cuando esta muere? Y ya aviso que no pretendo sumergirme en lodazales metafísicos de los que puedo no salir indemne, sino que pretendo algo mucho más “terrenal” si me permitís la frivolidad.
El ser humano es un animal político, nuestra naturaleza es la sociedad, nos amamos, nos odiamos, nos vengamos los unos de los otros, nos regalamos flores y nos enviamos cartas bombas... nunca dejamos de pertenecer a una comunidad, podemos alejarnos de la sociedad pero no podemos sacarla de dentro de nosotros, que es donde se aloja de verdad.
Así pues, si estamos interconectados en vida ¿Por qué el final de la misma tiene que cortar esa relación? ¿Murió el comunismo como idea cuando murió Lenin? ¿Murió la democracia cuando murió Pericles? ¿Murió el cubismo cuando murió Picasso?
Otras personas continuaron su labor, persiguieron sus metas, otras fueron irremisiblemente afectadas por los actos de esos personajes, otras se opusieron a lo que representaban, entre todas continuaron su vida.
¿Nunca os habéis preguntado que paso después de que el príncipe y la princesa se casaran y tuvieran veinte hijos? ¿En serio fueron felices para siempre? ¿Todo el rato? ¿De verdad comieron perdices todos los días? ¿No se les puso malo algún churumbel?
Pues eso.
Como digo, olvidé haberla dicho pero intenté recordar porqué la dije. ¿Me gustaban o no me gustaban las películas biográficas?
Toda narración más o menos innovadora, mas o menos iconoclasta, se ciñe a una estructura fundamental formada por planteamiento, nudo y desenlace, claro que hay mil historias distintas y temáticas variadas que pueden ser vistas desde una estructura distinta, diferente, pero digamos que la base es siempre esa, planteamiento, nudo y desenlace.
En una historia siempre hay un final, cerrado o abierto pero hay un final, llega un momento en el que te tienes que levantar de tu butaca en el cine porque se han acabado los créditos y el personal de limpieza necesita limpiar la sala, también llega un momento en el que tienes que cerrar el libro porque ya no hay nada más que leer, has acompañado a los protagonistas durante su historia, pero cuando llegas a la contraportada ya no hay nada, te has quedado solo, esto es todo amigos.
Siempre hay una sensación de final.
En cambio, en la vida no existen esos finales, siempre hay un “¿Y luego?” “¿Y después que pasó?” Existen momentos importantes que cambian tu vida o le afectan de algún modo, desde luego, pero se superan y la historia sigue.
No me refiero solo a los momentos tristes, también a los felices, te toca la lotería o apruebas un exámen y no te aparece de repente en tus ojos una enorme pantalla negra que dice “The End”, porque tienes que estudiar para el siguiente exámen o pensar como vas a administrar tu recién adquirida fortuna.
Tanto ficción como realidad recorren un mismo camino pero difieren en el trazado, la historia(película o libro) empieza en un punto A y acaba en un punto C pasando anteriormente por el B.
La vida en cambio sigue con todo el abecedario.
Es por eso que me parece bastante difícil afrontar un película biográfica, como digo, llega un momento en el que la película termina, pero la vida de la persona que se ha visto en pantalla sigue y sigue...
Podríais argüir, y no sin razón, que hay películas que abarcan la vida de un personaje , llámese Ghandi, llámese Ernesto Guevara, llámese Adolph Hitler, llámese Pollock...hasta el mismo momento de su muerte, “En ese caso la película acompaña el camino que hace la vida hasta que ésta se apaga” me diríais.
A mi, en cambio, me sugiere una pregunta: ¿La vida de una persona se acaba cuando esta muere? Y ya aviso que no pretendo sumergirme en lodazales metafísicos de los que puedo no salir indemne, sino que pretendo algo mucho más “terrenal” si me permitís la frivolidad.
El ser humano es un animal político, nuestra naturaleza es la sociedad, nos amamos, nos odiamos, nos vengamos los unos de los otros, nos regalamos flores y nos enviamos cartas bombas... nunca dejamos de pertenecer a una comunidad, podemos alejarnos de la sociedad pero no podemos sacarla de dentro de nosotros, que es donde se aloja de verdad.
Así pues, si estamos interconectados en vida ¿Por qué el final de la misma tiene que cortar esa relación? ¿Murió el comunismo como idea cuando murió Lenin? ¿Murió la democracia cuando murió Pericles? ¿Murió el cubismo cuando murió Picasso?
Otras personas continuaron su labor, persiguieron sus metas, otras fueron irremisiblemente afectadas por los actos de esos personajes, otras se opusieron a lo que representaban, entre todas continuaron su vida.
¿Nunca os habéis preguntado que paso después de que el príncipe y la princesa se casaran y tuvieran veinte hijos? ¿En serio fueron felices para siempre? ¿Todo el rato? ¿De verdad comieron perdices todos los días? ¿No se les puso malo algún churumbel?
Pues eso.
1 comentario:
Sí que me lo pregunté, pero mi abuelita me dijo que sí, que fueron felices para siempre, que para algo son principes. Y todo lo que me ha dicho me abuelita ha sido cierto. Sin excepción. La sabiduría que proporciona los años, debe ser.
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