Muchos años después, frente al pelotón de fusilamiento, el coronel Aureliano Buendía había de recordar aquella tarde remota en que su padre lo llevó a conocer el hielo. Macondo era entonces una aldea de veinte casas de barro y cañabrava construida a la orilla de un río de aguas diáfanas que se precipitaban por un lecho de piedras pulidas, blancas y enormes como huevos prehistóricos. El mundo era tan reciente, que muchas cosas carecían de nombre, y para mencionarlas había que señalarlas con el dedo.
Gabriel García Marquez. "Cien años de Soledad"
(Teniendo en cuenta el título del blog, ya era hora de que en esta sección apareciese este libro...)
4 comentarios:
Macondo era el paraiso, este que todos perdimos con la globalización. El National Geographic ya lo retrató y lo vemos en el sofá junto con los hielos fundidos del Artico.
Un saludo
Tienes mas razón que un santo Cerillo.
Vaya, así que de ahí has sacado el nombre de Macondo.
Me gusta el nombre que has elegido, es como familiar, cercano... ¿como de estar en casa? Algo así.
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