Las ilusiones del patriotismo no tienen término. En el primer siglo de nuestra era, Plutarco se burló de quienes declaran que la luna de Atenas es mejor que la luna de Corinto; Milton, en el XVII, notó que Dios tenía la costumbre de revelarse primero a Sus ingleses; Fichte, a principios del XIX, declaró que tener carácter y ser alemán es, evidentemente, lo mismo. Aquí, los nacionalistas pululan; los mueve, según ellos, el atendible o inocente propósito de fomentar los mejores rasgos argentinos. Ignoran, sin embargo, a los argentinos; en la polémica, prefieren definirlos en función de algún hecho externo; de los conquistadores españoles (digamos) o de una imaginaria tradición católica o del "imperialismo sajón". El argentino, a diferencia de los americanos del Norte y de casi todos los europeos, no se identifica con el Estado. Ello puede atribuirse a la circunstancia de que, en este país, los gobiernos suelen ser pésimos o al hecho general de que el Estado es una inconcebible abstracción; lo cierto es que el argentino, es un individuo, no un ciudadano. Aforismos como el de Hegel -"El Estado es la realidad de la idea moral"- le parecen bromas siniestras.
Jorge Luis Borges. "Ficcionario"
3 comentarios:
Sin ser argentina, pienso como tal: nada de acuerdo con Hegel. Un abrazo.
Dios y patria, no, no creo en ello. El problema es que tampoco me gusta que me manden quienes no saben quien soy. Nos fiamos de quienes dicen conocernos y nos venden de regalo el paquete entero
Ciero es que a veces en su visión del devenir histórico Hegel peca de demasiado optimista.
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