Para que toda la humanidad fuera por fin aristócrata sin cambiar el modelo económico, tuvo que convertirse en explotadora universal.
Las explotadas, sin embargo, fueron unas máquinas que ante la muerte cotidiana del trabajo (aliviada solo por la lectura, como dice uno de los robots insurgentes) han devenido en seres conscientes, pero sin apenas compasión por sus explotadores.
Poco a poco los robots cumplen su venganza, sin piedad. En su casa, una de las protagonistas discute las soluciones que todavía podrían salvarles. Los robots están llegando, y su muerte está próxima aunque no lo sepan todavía. El plan de uno de los personajes parece infalible, aunque sea ya tarde para llevarlo a cabo:
DOMIN: Robots nacionales.
HELENA: ¿Y qué se supone que significa eso?
DOMIN: Significa que cada fábrica producirá robots de diferente color, diferente pelo, diferente lenguaje. Los robots serán extranjeros para los demás, nunca podrán comprender lo que el otro dice; y nosotros, los humanos, les entrenaremos para que cada robot odie a los robots de las otras fábricas durante toda su vida...
"Crónicas del neoliberalismo que vino del espacio exterior"
Antonio J. Antón Fernández
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